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Crònica de primera mano: sobre lo que dicen los taxistas y las mujeres de caderas anchas y anchas sonrisas sobre Correa. En el nosoy un observador de las elecciones de Ecuador, que después se fue a Caracas, como el tomate en la lata, y nos habla de taxistas y de Chavez

QuitoEn este blog nos damos algunos lujos. Por ej. haber tenido  un cronista ao vivo como observador de las elecciones en Ecuador. Y no cualquier perejil, sino uno que se la sabe lunga, un periodista de raza.

El nos escribió una crónica sobre la Gran Colombia.(*)

Siempre la cosa arranca igual: taxi en el aeropuerto.  «Hola, voy al hotel nosecuanto». Primeros paisajes, primeras charlas, primeras aproximaciones.  «Correa es el mejor presidente que hemos tenido en la historia», dice el chofer y no parece ponerse colorado ni admitir exageración: lo cree de verdad. «Ha hecho mucho por nosotros, nos dio el seguro social, nos aumentó los salarios, construyó muchas carreteras…».

Los ecuatorianos son gente de lo mejor. Son amables, alegres, respetuosos. Y las mujeres tienen el prototipo físico de toda la Gran Colombia: busto desarrollado, caderas amplias. Sean morenas o blancas, caminan con gracia, muestran sus atributos sin tapujos y sin preocuparse si están gordas, gorditas, flacas o flaquitas. Y son muy simpáticas, difícil -por no decir imposible- encontrar alguna cara de culo. Y Quito es una bella ciudad. Amplia, con espacios verdes bien dosificados, LIMPIA! No se ven indigentes ni gente revolviendo basura, y hasta es mucho menor la cantidad de vendedores ambulantes que se puede ver en el resto de las capitales de América Latina.
Impresiones de los días previos a la elección que Rafael Correa ganó por paliza el 17 de febrero. Mi encuesta personal sobre 9 taxistas dio 7 votos para Correa y 2 para Guillermo Lasso, un banquero que salió segundo juntando votos desencantados de candidatos impresentables de derecha como Lucio Gutiérrez y Alvaro Noboa. Los dos que votaban por Lasso admitieron que la obra de gobierno de Correa había sido buena, pero que no lo querían por «prepotente». «No queremos un Chávez», coincidieron mágicamente los dos testimonios.
El día de las elecciones uno recorre lugares de votación en barrios pobres, clase media y clase alta, y no hay diferencias, más allá de las ropas más o menos raídas que visten los electores: todo es calma, serenidad, alegría distendida. Aunque algunas mesas abran más tarde, nadie se calienta, no hay hostilidad. A la noche, Correa recibe la confirmación de lo que era un secreto a voces y sale a poner puntos sobre íes. Dice que después de este nuevo mandato se retirará de la política, elogia la elección de Lasso y lo nombra «la oposición democrática» y defenestra a Gutiérrez y Noboa. «Con ellos no tengo nada que hablar», asegura y despierta fervor en sus seguidores y admiración y suspiros en sus seguidoras.
Día posterior a las elecciones y toca análisis de la cosa. Especialistas, politólogos o como mongo lo querramos llamar. Me encuentro con una bonita analista. Dice que le preocupa la sucesión de Correa, que su decisión de irse para ella es irrevocable, porque más allá de que Correa podría forzar una reforma constitucional y buscar otra reelección porque va a tener abrumadora mayoría en el Congreso, cree en la palabra del presidente. Y seguramente se va a venir una puja fuerte adentro de PAIS, el partido de Correa. Y tira una mejor: «en la campaña, Correa eligió a Lasso como su contendiente. Fue al que más enfrentó y acusó, lo puso a su altura, le dio status de opositor», afirma, y uno se acuerda de los dos taxistas que lo iban a votar, que en ningún momento dijeron que lo apoyaban porque les gustaba el tipo.
Pero ese lunes, tempranito, cuando todavía en Ecuador sigue la resaca por las pocas horas de sueño tras los largos festejos callejeros, llega a Caracas, también en la Gran Colombia, Hugo Chávez, enfermito el pobre, para internarse en el hospital militar. ¿Vino? No pregunto si vino o cerveza, oiga, pregunto si vino de venir. ¿Vino o dicen que vino? En principio, uno diría que vino (o fue, porque uno razona todo esto desde Quito, todavía). Pero todo es tan… bolivariano…
La cuestión es que uno también va para Caracas. Lo mandan como al tomate en la lata. Y otra vez la ceremonia del aeropuerto y el taxi, y el conductor que me dice, con cierto grado de ingenuidad: «no creo que lo pueda ver al presidente». Uno le dice que claro, que va a ser difícil, pero que uno viene a ver cómo está todo, qué dice la gente, contar las cadenas de oración, transmitir testimonios, historias de vida de gente que ama y que odia a este hombre de características extraordinarias. «Hombres como este aparecen cada 200 años», dirá luego un humilde empleado, orgulloso con su overol, lamentando la mala salud del comandante.
Pero estábamos en el primer taxi, el fundamental taxi desde el aeropuerto. «Chávez es un hombre maravilloso. Hizo por los pobres lo que nadie jamás hizo. Esperemos que salga de esta», lamenta y se esperanza el conductor.
Caracas no es Quito. Y claro, es Caracas. Es otra cosa. Los conductores de carros -como llaman a los autos en casi toda América del Sur, salvo Argentina y Uruguay- hacen lo que quieren, y los de motos, ni hablar. El semáforo en rojo es parte del paisaje, les importa tres carajos si cambió de color. Por momentos, el tráfico es caótico. Pero por suerte, en la vereda, como peatones, todos vuelven a ser exponentes de la Gran Colombia. Y todas, que es lo más importante.
La cosa es que uno camina un poco, habla con mozos y taxistas. con algún que otro ciudadano de a pie que lamenta -y mucho- lo que pasa con el comandante, o con algún venezolano -los menos- que se muestra cansado «del circo» del chavismo y que no cree ni una palabra de los que dice el gobierno.
Y hablando del gobierno: uno lo ve todo el tiempo y por todos lados a Nicolás Maduro, el sucesor que Chávez nombró y su vicepresidente del gobierno que terminó el 25 de enero. Bueno, que terminó y no terminó, porque Chávez no pudo asumir y entonces sigue el gobierno anterior, y como Chávez no puede gobernar su mandato anterior, manda Maduro. Y Maduro habla en actos públicos y cada vez se acerca más al tono de Chávez. y aparece en todos lados, como hacía Chávez. Usté está pensando: «sí, pero no es Chávez. Y claro. No habrá ninguno igual, no habrá ninguno. Pero el gobierno sigue instalando cada vez más fuerte la figura de Maduro, hombre que como canciller de Chávez es bien conocido en todos los países de América (de las tres Américas, digo) y en algunos de Medio Oriente. Y algún día, más temprano que tarde, sabremos si Chávez puede asumir su mandato o si muere, y entonces habrá que llamar a elecciones. Y Maduro va a estar, como siempre listo para lo que mande el comandante…
Filip Marlou
(*)

La «Gran Colombia» soñada por Bolívar era un solo país que abarcara lo que hoy es Ecuador-Colombia-Venezuela. Tienen una misma raíz, y uno puede ver eso claramente si los escucha hablar, por ejemplo, o por sus músicas y sus artes culinarios: son muy parecidos.

Amen de eso, don Simón tuvo otro sueño. Como ya existían los Estados Unidos de Norteamérica, él quería que en esta parte del continente existieran los Estados Unidos  de Sudamérica. No le dieron bola, pero el tipo la tenía clara, parece…

 

3 respuestas a “Crònica de primera mano: sobre lo que dicen los taxistas y las mujeres de caderas anchas y anchas sonrisas sobre Correa. En el nosoy un observador de las elecciones de Ecuador, que después se fue a Caracas, como el tomate en la lata, y nos habla de taxistas y de Chavez

  1. Hombres como ellos dejan poco lugar para la apatía o la indiferencia, porque se juegan siempre incluso arriesgando su vida y su salud,y lo hacen por el pueblo. Algo que la oligarquía y el tilingaje no les perdonan.
    Son líderes locales y también sudamericanos en este tan especial momento en que vemos a Latinoamérica ponerse de pie de la mano de hombres como ellos, como Evo y Lula y mujeres como Cristina y Dilma.
    La sucesión es una necesidad porque nadie es eterno y los procesos sociales no pueden recaer sobre las espaldas de una sola persona…
    Gloriosa tierra esta que se da el lujo de ver nacer a hombres así.

si un arbol cae en el bosque y nadie lo escucha no hay sonido.Comentame que me gusta