Gran cosa tener trabajo, eso si. No le voy a decir una cosa por otra.
Saber que el sueldo alcanzará, que las cuentas serán pagadas, contar con que el futuro es eso que espera y es previsible.
(no confien, la muerte desbaratará el pago en cuotas, pero olvidadlo por un momento)
Gran cosa tener esa actividad que escande el tiempo . No voy a escupirle el asado no en esta casa que supo de la miseria: tener trabajo es digno y necesario.
Tambien le digo don, se va a tragar muchos sapos. Son parte del oficio.
Negocio etimologicamente es la negacion del ocio: el ocio lo necesita para que el tiempo libro no sea un significante vacio. Necesita del tiempo ocupado para oler con toda su fragancia.
Pero aun cuando seamos de los afortunados que elegimos nuestro trabajo en base a nuestro intereses, le digo mas, caballero en en el extremo caso de que trabaje como artista, debe lidiar con un quantum de alienación, buscando sponsor, transando con limites.
Toda actividad tiene su rebarba de alienaciòn, como una grasa amarillenta en el mas fino jamòn. Y te comes la grasa, que vachachè. Cosas de la cultura humana.
¿que hacemos con la alienaciòn, la nuestra? ¿Como tramitar ese malestar mas allà de la queja pajera que no conduce a nada? La transformaciòn de las condiciones de nuestro trabajo, muy bien. Pero siempre esta ese reborde alienado pestilente, ese transformador que te consume lo mejor que tenes, como dice la canciòn.
(inconciente colectivo)
Entonces pelamos soluciones de compromiso y leemos o escribimos poesia y nos sacamos la mierda por un rato. Asi somos. Saboteadores a la violeta. Ingenuos.
Este post pelarà a a Benedetti, tan cerca de lo que quiero decir. y a Julio Cesar Silvain, que nos viene de perillas para contar lo que queremos.
Amigos, un mal dia lo tiene cualquiera.
COSAS DE UNO (de poemas de la oficina)
Yo digo ¿no?
esta mano
que escribe mil doscientos
y transporte
y Enero
y saldo en caja
que balancea el secante
y da vuelta la hoja
esta mano crispada en el apuro
porque se viene el plazo
y no hay tu tía
que suma cifras de otros
cheques de otros
que verdaderamente pertenece a otros
yo digo ¿no?
esta mano
¿qué carajo
tiene que ver conmigo?
Julio César Silvain
ESTO ES LO TREMENDO
Lo tremendo es que hay un día que uno dice
necesito un sueldo fijo y aguinaldo
y entierra la aventura en el recuerdo.
Y uno tiene razón, lo necesita.
Necesita un retroactivo para deudas, cada tanto,
y un decir trabajo allí, estable, quinto piso
para pedir los créditos del traje.
Y acribilla los gorriones de los sueños.
Es entonces que llega hasta antesalas
con cartas en la mano y vengo
y espere a que lo llamen.
Y uno mire que pasan,
pasan, pasan
y ensucia una sonrisa ante la cara
y se muere tres mil seiscientas veces cada hora
de pequeñas vergüenzas
fumadas sobre el lento reloj de un funcionario.
(Es entonces lo tremendo: a uno se le cae
el resto del niño que le queda
y lo esconde avergonzado en el bolsillo).
Lo tremendo es que hay un día
que entierra los barcos, entierra
la esperanza escondida de treparlos,
guarda el ansia de caminos en un libro.
(Algún día, al abrirlo,
restará algún antiguo aroma lastimado).
Lo tremendo es que uno necesita
llegar a fin de mes y tengo tanto
y consuela geografías sobre sueños
leyendo en el subte de apurado.
Y ese intacto asombro por los trenes
trastoca su magia por horarios
y el cielo es un llueve o un no llueve
nada más que por si llevo el impermeable.
Y ocurre que después, un día
no es capaz de caminar, porque sí,
cincuenta cuadras,
ya no se duerme desnudo en primavera
y se levanta con chinelas y con bata.
(Casi siempre ya creció una huerta
y un ligustro trabajado los domingos).
Después, alguna vez,
cuando un sueño lo parte en astillas hasta el alma
uno dice yo tuve veinte años.
(Pone la firma final sobre su muerte).
Y además bosteza y dice hasta mañana.
Lo tremendo es este lento suicidarse
a través del pulso y la esperanza
que iniciamos, sangrando, cualquier tarde
buscando un sueldo fijo y aguinaldo.