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Los abusos sexuales de chicos de escuela religiosa de Turdera: si tenes alguna duda, primero rajá y despues pensá.

Estuve leyendo en pagina 12, una extensa nota sobre treinta años de abuso sostenido en una escuela catolica de Turdera. : Si te da el estomago, podes leer, apretando el link Abuso contado por las victimas, hoy adultos. Los pedofilos confesores y maestros en la fe, guias espirituales que sin embargo, cuando estabas misionando, te ponían una mano en la pija. Pero ojo, seguro que no aceptaban el lenguaje vulgar.

Pensaba en el silencio de los inocentes, de las victimas. En como el abusador te enreda con el argumento de que, de alguna manera, sos complice, de que te la buscaste.

Siempre funciona asì. Por eso si vos sos un pibe y un adulto quiere enredarte para tocarte el culo, para abrazarte sucio, para abusarte de las infinitas maneras en que puede hacerlo, primero rajá.  Y despues pensà. De todas maneras no hay manera de que te equivoques: si vos sentis que un acercamiento de un adulto esta fuera de lugar ¡esta fuera de lugar!!!! Si sos pibito tenes antenas, y esas antenas no se equivocan.

Y si te pasò y te sentiste sucio desde entonces hasta la eternidad, hace lo que hicieron los pibes hoy adultos de la escuela de Turdera. Tira mierda para todos los lados y que el pueblo haga tronar el escarmiento. Lo peor de la pedofilia, mas que las marcas en la sexualidad, es la horrible sensaciòn devastadora de que nada es como se creia, de que el mundo es un lugar donde no se puede confiar, donde estas en peligro con los cercanos.

Si tu casa, tu escuela, tus tios, abuelos, padres, tus adultos allegados te borran de un plumazo la confianza, y los que lo saben callan, el mundo se vuelve una mierda. Y como lo demuestra el tema de turdera, nunca es tarde para un poquito de justicia. Y si ya paso y sigue pasando, tampoco es tarde. Nunca es tarde ¿capicce?

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   Era él, claro, pero fue como si de repente no lo conociera. Me había dicho que no como podía habérmelo dicho Fiori, que ahora llegaba silbando, de civil por supuesto, y saludaba con una sonrisa sobradora que nunca le había conocido antes. Me pareció como si todo se condensara de golpe en eso, en el no de Nito, en la sonrisa inimaginable de Fiori; era de nuevo el miedo de esa fuga en la noche, de las escaleras más voladas que bajadas, de los brazos abiertos del gallego Manolo entre las columnas.
-¿Y por qué no voy a subir? -dije absurdamente-. ¿Por qué no lo voy a denunciar al Rengo, a Iriarte, a todos?
-Porque es peligroso -dijo Nito-. Aquí no podemos hablar ahora, pero en el café te explico. Yo me quedé más que vos, sabés.
-Pero al final también te escapaste -dije como desde una esperanza, buscándolo como si no lo tuviera ahí delante mío.
-No, no tuve que escaparme, Toto. Por eso te digo que te calles ahora.
-¿Y por qué tengo que hacerte caso? -grité, creo que a punto de llorar, de pegarle, de abrazarlo.
-Porque no te conviene -dijo la otra voz de Nito-. Porque no sos tan idiota para no darte cuenta de que si abrís la boca te va a costar caro. Ahora no podés comprender y hay que entrar a clase. Pero te lo repito, si decís una sola palabra te vas a arrepentir toda la vida, si es que estás vivo.
Jugaba, claro, no podía ser que me estuviera diciendo eso, pero era la voz, la forma en que me lo decía, ese convencimiento y esa boca apretada. Como Raguzzi, como Fiori, ese convencimiento y esa boca apretada. Nunca sabré de qué hablaron los profesores ese día, todo el tiempo sentía en la espalda los ojos de Nito clavados en mí. Y Nito tampoco seguía las clases, qué le importaban las clases ahora, esas cortinas de humo del Rengo y de la señorita Maggi para que lo otro, lo que importaba de veras, se fuera cumpliendo poco a poco, así como poco a poco se habían ido enunciando para él las profesiones de fe del decálogo, una tras otra, todo eso que iría naciendo alguna vez de la obediencia al decálogo, del cumplimiento futuro del decálogo, todo eso que había aprendido y prometido y jurado esa noche y que alguna vez cumpliría para el bien de la patria cuando llegara la hora y el Rengo y la señorita Maggi dieran la orden de que empezara a cumplirse.
La escuela de Noche – Julio Cortazar 

Una respuesta a “Los abusos sexuales de chicos de escuela religiosa de Turdera: si tenes alguna duda, primero rajá y despues pensá.

si un arbol cae en el bosque y nadie lo escucha no hay sonido.Comentame que me gusta