Uncategorized

Villa Ani Mi, un cuento con nazis y montoneros y recuerdos de un tiempo donde ya no vive nadie para contarlo y entonces lo cuento yo.

Me escribe un pariente lejano para pedirme que borre el prologo de este cuento. El prologo de este cuento habla de gente muy querida por mi, y habla de la familia.
Da que mi familia es su familia

Dice que yo he tratado con poco respeto el tema. No es asi, pero si a el le molesta, lo borramos, no me importa. No hay manera de escribir literatura sin ficcionalizar lo familiar. También dice del cuento que esta» ya hundido en su ridículo argumento y su propia pobreza literaria» Las opiniones son como el culo, todo el mundo tiene una.

Imaginate que hubiera sido de Puig sin poder hablar de Villegas. Pero yo no soy Puig. Yo escribo cuentos berretas, por el placer de hacerlo y la literatura no pierde nada si un fragmento se ecotomiza. Y si se da por ofendido, nada se pierde con omitir el prologo. El pibe ridiculiza que yo escriba blogs «celebre escritora de blogs» dice.  No sere celebre ni necesito serlo.

Borré el comentario del cual solo recorto esto «Le pido en buenos términos que retire la introducción del cuento, hágalo al menos, sino por mi, para honrar la literatura»

Como es mi blog  y en mi blog hago lo que quiero, «retiro la introducción del cuento» pero te pido pibe, que ni hables de honrar la literatura: la literatura se honra escribiendo lo que a uno se le da la gana.

En fin. Ahí lo tenes, borré el prologo. Y te pido que no entres mas en mi blog, no porque haya «mas cosas de tu familia» (que es la mía), no las hay .Sino porque no sos bienvenido.
En cuanto a la memoria de mi tía María y mi tío Ignacio, los he querido duro y parejo.

Y no diré nada mas sobre Vietnam.

 

 

Villa Ani Mi

Habia en los lugares mas escarpados de la zona, señores alemanes, todos medio escondidos. Y en el pequeño pueblo de tres o cuatro negocios una hermosa confiteria para ricos, a la que yo no entraba: El caballito Blanco.
Miren esto

Siempre me imaginè, siendo niña y no sabiendo un carajo de la historia, que en esos lugares altos había nazis. Y un día escribí un cuento con esas intuiciones.

Se llama Mon Reve, y se revuelve sobre mis viejos recuerdos de vacaciones con la tía Maria, allá, en Villa Ani Mi, cerca de Ascochinga y de Jesús Maria, donde los gallegos soñarian con su tierra.
Bueno, aca, mi cuento

Mejor que de esto le eche la culpa al clima. Las sierras, cuando el viento asecha, y los espinillos se mecen sobre las pircas, y arañan el camino, en tardes tormentosas como las de hoy, siguen siendo para mí un lugar extraño.
Digamé Ud. que hago yo acá.
Llegué a la villa cuando el único negocio decente era El Caballito Blanco, un almacén de ramos generales, mezcla de ferretería, bazar e hipermercado, si quiere usar una denominación actual. Claro, también había algunas despensas desperdigadas donde comprar kerosén, cosas básicas (harina, azúcar, fideos, que se yo, nada extravagante) y una estafeta postal abajo, en la ruta. La misma Gladys hacia de estafetera, vendedora de pasajes, y peluquera. Los que tenían vacas te llevaban la leche a domicilio.

Antes de eso, Palermo. Pensiones de Palermo y de Congreso, y un montón de casas de transito. Pensar que ahora, treinta y cinco años después la gente cree que fui nacida y criada en estas sierras. Pero yo fui carne urbana cuando viví en Buenos Aires: Limpie oficinas en el microcentro, fui telefonista -con una centralita con clavijas, que ahora debe ser pieza de museos-, ayudante en una casa de modas de la calle Florida. Y lo otro. Ya no se como nombrarlo. De tanto silenciarlo me quede sin las palabras que lo cercaran.

Cuando estaba renga, un amigo de un amigo de un amigo. (El tiempo, que es piadoso borró los nombres) me consiguió este lugar, y vine como enfermera sin titulo. Para una alemana vieja que tenia alzehimer (justicia poética: una alemana tenia una enfermedad que graciosamente llaman “el alemán”), cuya hija buscaba a alguien que no fuera una negra, Y yo, blanca de linaje de gallego, renga y todo, le vine bien. Poliomielitis dije y no le extraño. Vivía en un frasco. Pensé para mí: tres, quizás cuatro meses. Hasta que las cosas se tranquilicen. Recomendada por la alemana no necesite otra carta de presentación.

Y los años pasaron: casera, cuidadora de alemanes, trabajé en la estafeta cuando la Gladys paró para criar al Santiago, (fue como un hijo) que ahora anda por los treinta y hace como diez que no viene a la villa. Una de las familias que me quisieron como si fuera de su sangre ,los Acevedo Gómez- él había sido cardiólogo en Córdoba-, me dejaron con escribano y todo, esta casa, arriba del camino de Urdiña (así le dicen por que el vasco Urdiña fue el primero que tuvo una casa, y abrió el camino). Me la gané a fuerza de no hacerle asco a las escaras y pañales. Sin pensar. Y acá estoy vendiendo tortas, hongos de pino, artesanías que hacen las chicas de la cooperativa, y tes de higo: esas cosas que le gustan a los veraneantes del balneario, las gentes de la ciudad. Además estoy cobrando una pensión, que me tramito el intendente peronista, ni se la pedí, ni la esperaba, en pago tardío por que hice por la madre con un cáncer de colon lo que ni el ni su esposa hicieron, en el hospital de Jesús Maria, el Vicente Agüero, en tiempos de Menem.

Nadie me conoce familia. Deben creer que nací de una higuera. Ningún novio. Ninguna carta. Y los que me preguntan, nada. Aprendí el arte de callarme la boca. Y deje de tener opiniones, Y también de tener sueños. Y de celebrar fechas, recordar el tiempo. Como si hubiera nacido cuidando alemanas.

Hoy estaba mirando el diario de ayer y la fecha me empezó a molestar, Yo pensé que me molestaba el viento, pero al rato, mirando fijamente el diario, caí en la cuenta de que ayer cumplí sesenta años. Se me secaron los pechos sin dar de mamar, se me enfriaron las entrañas, se me olvido la pasión por las ideas.

La casa tiene un nombre, que yo no le puse.Mon Reve. Sesenta años. Es decir, soy una vieja. Tengo el pelo largo y canoso, y los músculos fibrosos de tanto subir y bajar la sierra. Una crema pons es mi único cosmético para cuando tengo las manos tan secas como el corazón. Y me visto con la misma ropa y para trabajar me pongo este delantal de tul arriba de lo negro y cuando me miro en el espejo, con el pelo atado y el delantal de tul y una torta alemana de manzanas y stroisse no se quien es esa.

Desde que caí en que tengo sesenta años empecé a añorar Buenos Aires. ¿Será por que decir sesenta tiene que ver con los sesenta que los viví allá? Siempre veo Buenos Aires en los noticieros y no me daba nostalgia. Pero esto es otra cosa. Yo no soy una alemana, no soy de las sierras. ¿Acaso no nací en la maternidad Sarda, no fui al colegio en Flores?

Este viento viene del norte y me altera las ideas. Me hace mal. Me dio ganas de buscar la valija vieja que tengo en el altillo, que esta zunchada, y que no he vuelto a abrir, aunque hasta que termine en Mon Reve, fue y vino conmigo por toda la villa. La valija de la ropa, y esta, la zunchada. Voy a agarrar la escalera y ya.

Puf, con esta linterna no importa que la lamparita no ande y lo mejor es que no entra el viento pero hay olor a viejo. Un día, hace como cinco años tire las cosas del doctor, papeles sobre todo, que estaban acá, y acomode la valija.

Yo guardo poco, por que tuve que aprender a andar ligera de equipaje, pero nunca me deshice de esto. No se si la puedo bajar. La tiro y ya esta. Ya está. El ruido a fierro atraviesa los papeles de diarios y los trapos con los que envolví las cosas.
Este suncho de hilo de nylon no se corta así nomás.

Lastima que acá abajo se escucha el soplido del viento. Los vecinos se meten adentro. No te cruzas con nadie. Así que puedo agarrar el cuchillo y ver los fierros.

Será por que cumplí los sesenta? ¿Un regalo de cumpleaños tardío? Acá esta el fusil acá los tres revólveres calibre 32, la pistola 22. Que pesados. Y son como todo lo que tengo en la vida. Un hilo de tanza que me lleva al pasado, atrás del espejo. Atrás de la mina de negro con delantal de tul que sirve el té en el saloncito de adelante de Mon Reve. Ahí estoy yo. La otra que soy yo.

Aca está el trapo con sangre,es como una bandera, una forma de la identidad, reliquia, dinosaurio, recuerdo u olvido de esa otra. Pero lo guarde, envuelto en diario y en trapo (en otro trapo) como si fuera una bandera. La sangre parece pintura antioxidante y los fierros están tan cual.

Me parece que ya es hora de volver a Buenos Aires. Los fierros los voy a enterrar, dicen que cuando el hierro se oxida es bueno para las plantas.
Y en cuanto al trapo, ya vamos a pensar. Dicen que no hay que negociar la sangre derramada y eso debe incluir la propia.

Ud. podrá pensar, que va a hacer esta mujer ahora en Buenos Aires. Todo tiene un límite, hasta el olvido tiene un límite. Es hora que deje de ser la repostera de Mon Reve. Es hora que vuelva a ser yo.

La vida no acaba hasta que acaba. No puedo quedar atrapada entre las dos caras de un espejo.

Montoneros, carajo.

18 respuestas a “Villa Ani Mi, un cuento con nazis y montoneros y recuerdos de un tiempo donde ya no vive nadie para contarlo y entonces lo cuento yo.

  1. Muy conmovedora la historia, pero evidencia el fanatismo y el fachismo por el cual paso nuestro pais y que ahora quieren hacernos creer desde el gobierno esos mismos compañeros que siguen peleando por los ideales de antaño pero detras de sus ropas siguen robando y traicionando a la patria como aquellos militares que nos traicionaron en malvinas y en cuanta historia de la decada del 70 aparecen.- No me dejos embaucar por unas lagrimas que solo muestran la prepotencia con que los montonero, o los morenos y los campora hoy quieren confundir a la juventud llevandolos por caminos mentirosos y corruptos por los que ellos mismos andan y destruyen a la patria de a poquito. Traidores , mentirosos, vendepatrias.-

    1. es un comentario raro el suyo, Manuel. Porque el post habla de recuerdos de infancia y ni siquiera era peronista en los setenta ni siquiera yo simpatizaba con Peron, vea lo que le digo.
      Y su comentario parece estar lleno de un odio que me resulta extraño porque el cuento ni el post van en ese sentido.
      bue, si a ud. le disparo eso, serà.
      Fanatismo y fachismo no son mi target, parecen ser parte de su fantasma, no del mio. No me hago cargo de lo que ud deposita en mi flojo cuentito.

  2. Gracias Nilda. Por el blog, por el cuento y por la vida. Y larga vida a los Manueles para que tengan tiempo de entender y comprender.Saludos

  3. Me impresionó mucho, me parece que está bien escrito y cuando me miro en el espejo me pasa más o menos lo mismo. Lo que si es que las armas jamás se entregan, ni se tiran, ni se abandonan, se entierran aceitadas. Y el taradito que mandó fruta que se contacte por meil y me lo diga en la cara.

    1. gracias don chango. No sabia que las armas se entierran aceitadas, pero se ve que -en otra escena- lo debo haber sabido, porque la mina del cuento lo va a hacer. Tambien me miro en el espejo y espero que la imagen me devele el enigma de quien soy.

  4. buscando una receta de canelones con espinacas y seso aparecí acá y tuve que ir a la pieza a sacarme el pullover porque me dio calor y me dio calor porque sentí que entiendo ¡y cómo! y duele ese enfrentarse con los sueños que se han ido perdiendo

    1. gracias Maria Luisa, espero que los canelones te salgan joya. No renunciaremos a nuestros sueño, no van a poder con nosotras, al menos no del todo.

  5. Lo leí tres veces. La primera llegué hasta el artículo. La segunda retomé desde la interrupción. La tercera lo leí de un tirón. Le mando tres abrazos.

  6. tengo 68 años hace poco partio mi compañera con la que pasamos 42 años nos conocimos un 17 de octubre del 70 en una manifestacion tu cuento me lleno de nostalgia pero mis sueños estan intactos pobre los manueles justifican su cobardia diciendo que a los militantes los llevan engañados ni a aquellos ni a estos la palabra q mas escucho es dignidad gracias me gusta tu blog besos

  7. que raro, este cuento escrito hace tanto encontró nuevos lectores, Hector y Hugo. Gracias Hugo por que te guste mi blog, tengo 57, no llegue a ser militante, pero en el 73 tenia 17. Y en cuanto a vos Hector, no, solo fui largas vacaciones de verano a los 10 años, a los 17 y cuando mi hija que hoy tiene 29 no caminaba. Pero ese poco tiempo dejo en mi vida una gran marca. Podria volver con los ojos cerrados, y aunque todo haya cambiado, reconocer lugares.

  8. Hola! buscando información sobre La Granja me encontré con el cuento sobre los nazis de la zona y me encantó. Hace 10 años que tengo una casita en Villa Ani Mí, era del gallego Don José, a unos metros de lo de Don Pepe y a unos 150 metros de las Cabañas El zorzal.
    Vivo en Rosario y me gustaría saber quien es Nilda. Ya dejé mi mail. Me encanta la música y los comentarios. Abrazo Fer.

  9. fue mail! Gracias por la lectura, siempre me emociona que lean mis cuentos con el mismo cariño con que fueron escritos. A raiz de tu comentario, mi marido,que jamas habia leido el cuento, se lo llevo al baño (en edicion impresa) para leerlo.

  10. Hola , mi nombre es María José Viña y gracias a tus palabras me emocioné recordando mis días de vacaciones en la casa del primo de mi papá el Dr. rosendo Vásquez de la Granja y mis tardes compartidas con sus hijo en Las tres Cascadas…también recuerdo que mis hermanas iban a Caballito Blanco a tomar algo por las noches ya que era el único lugar al que mis primos las dejaban ir, jajja!!!!!. Te felicito y agradezco por este hermoso relato!!!!.

  11. Hola, tiempo atrás te escribí. El destino me llevó a villa ANI MI. Mi suegro tiene una casa de fin de semana allí desde el 78. Te quiero enviar fotos de La Granja y villa Ani MI

  12. hola Hector, este cuento es medio fetiche: Fernanda que escribio un comentario en octubre de 2013 se hizo mi amiga (es una gran poeta) y en abril me invito a su casa ¡¡¡en ani mi! quien te dice es vecina de tu suegro!!!! fuimos a la feria del libro y tambien sacamos fotos!
    Mandame las fotos,nomas. nildalap@gmail.com

si un arbol cae en el bosque y nadie lo escucha no hay sonido.Comentame que me gusta