En un tiempo estudié epistemologìa con Alejandro Piscitelli.
Fue en el 89 y todavìa no habían explotado las redes virtuales (que fue el tòpico que Piscitelli iba a abordar en los 90) y lo que mas me acuerdo es lo que enseñaba de George Lakoff
Lakoff, contemporáneo hablaba de que las metáforas estructuran lo que pensamos. Por ej. si pensamos en «la lucha por la vida» asimilamos la vida a un combate ¡¡que diferente sería si pensáramos que la vida es un baile!! Estamos llenos de metáforas bélicas que estructuran la totalidad de nuestra manera de pensar, porque, amigo, pensamos en metáforas. (guerra contra las drogas, «me vas a matar»,el trabajo en el hospital se llama «de trinchera», etc)
No somos conscientes de las metáforas que usamos cuando hablamos. El texto que voy a copiar es un poco largo, pero vale la pena. Explica las metaforas que subyacen en el «relato» de la derecha, aunque se trate de la derecha yanqui, la derecha es siempre la derecha. Espero les guste .A mi si. Està tomado del libro No pienses en un Elefante, del 2004
«…Me había preguntado por qué los conservadores hablaban tanto de los valores familiares. ¿Y por qué ciertos valores contaban como «valores familiares» y otros no lo hacían? ¿Por qué, durante una campaña presidencial, en las campañas para el Congreso, etc., cuando el futuro del mundo se veía amenazado por la proliferación nuclear y el calentamiento global, alguien hablaría todo el tiempo de los valores
familiares?
Al llegar a este punto recordé un trabajo que uno de mis alumnos había
escrito hacía algunos años, en el que mostraba que nosotros, los americanos,
tenemos todos a la familia como metáfora de la nación. Así, tenemos Padres
Fundadores, Hijas de la Revolución Americana, «mandamos a nuestros hijos»
a la guerra. Es ésta una metáfora natural, porque generalmente concebimos
los grandes grupos sociales, como las naciones, en términos de pequeños
grupos, como las familias y las comunidades.
Dada la existencia de la metáfora que conecta la nación con la familia, me
hice la segunda pregunta: Si hay dos concepciones diferentes de la nación,
¿procederán de dos concepciones diferentes de la familia?
Trabajé en sentido inverso. Tomé las distintas posturas de los conservadores
y de los progresistas y me dije: «Confrontémoslas con la metáfora en
direcciones opuestas y veamos qué pasa.» Puse por delante las dos visiones
de la nación, y aparecieron inmediatamente dos estilos diferentes de familia:
la familia del padre estricto y la familia de los padres protectores
. Ya se sabe cómo es cada una.
Bueno, después de hacer esto por primera vez —comentaré los detalles en
seguida—, me invitaron a dar una charla en una convención de lingüistas.
Decidí hablar sobre este descubrimiento. Entre el público había dos miembros
de la Coalición Cristiana que eran lingüistas y buenos amigos míos.
Excelentes lingüistas. Y buenísimas personas. Encantadoras. Me caían muy
bien. Después de la fiesta hicieron un aparte conmigo y me dijeron: «Ese
modelo de familia del padre estricto del que hablas es bastante aproximado,
pero no es enteramente exacto. Podemos ayudarte a que conozcas mejor los
detalles. Porque deberías enterarte bien. ¿Has leído a Dobson?»
—¿A quién?
—A James Dobson.
—¿A quién?
—Hombre, ¿cómo es posible? Si participa en tres mil emisoras de radio.
—No creo que esté en la NPR (Radio Pública Nacional). Nunca he oído
hablar de él.
—Bueno, claro, tú vives en Berkeley.
—¿Dónde puedo… ha escrito algo?
—Uf, muchísimo. Ha vendido millones de libros. El clásico suyo es Dare to
Discipline (Atrévete a castigar).
Mis amigos tenían razón. Fui a la librería cristiana que ellos me indicaron en la
ciudad donde vivo y allí encontré perfectamente desplegado el modelo del
padre estricto con todo lujo de detalles. Dobson no sólo mueve entre 100 y
200 millones de dólares al año, sino que tiene su propio código postal porque
hay muchísima gente que escribe pidiendo sus libros y folletos. Enseña a
aplicar el modelo del padre estricto en la educación de los hijos, y conoce
perfectamente la relación de ese modelo con la política del ala derecha.
El modelo del padre estricto parte de esta serie de supuestos:
El mundo es un lugar peligroso, y siempre lo será, porque el mal está
presente en él. Además, el mundo es difícil porque es competitivo. Siempre
habrá ganadores y perdedores. Hay un bien absoluto y un mal absoluto. Los
niños nacen malos, en el sentido de que sólo quieren hacer lo que les gusta,
no lo que es bueno. Por tanto, hay que conseguir que sean buenos.
Lo que se necesita en un mundo como éste es un padre fuerte, estricto, que
pueda:
• proteger a la familia en un mundo peligroso
• sostenerla en un mundo difícil
• enseñar a los niños la diferencia entre el bien y el mal.
Al niño se le pide obediencia, porque el padre estricto es una autoridad moral
que distingue el bien del mal. Después se asume que el único modo de
enseñar a los niños a obedecer —es decir, el bien del mal— es el castigo, un
castigo doloroso, cuando se comportan mal. Esto incluye pegarles, y algunos
autores de orientación educativa conservadora recomiendan que se les
golpee con palos, cinturones y zapatillas de felpa en el trasero desnudo.
Algunos autores sugieren que esto debe comenzar desde que nacen, pero
Dobson es más liberal. «No hay excuusa para dar azotes a los niños menores de quince o dieciocho meses» (Dobson, The New Dare to Discipline).
La justificación del castigo físico es ésta: Cuando los niños hacen algo mal, si
se los castiga físicamente, aprenden a no volverlo a hacer, lo que significa
que desarrollarán una disciplina interna que los librará de obrar mal, y así en
el futuro serán obedientes y actuarán moralmente bien. Sin ese castigo, el
mundo se iría al traste. Sería un mundo sin moral.
Esa disciplina interna tiene un efecto secundario. Trata de lo que se necesita
para tener éxito en un mundo difícil, competitivo. Es decir, si las personas son
disciplinadas y persiguen su propio interés en un país de oportunidades como
América, prosperarán y serán autosuficientes. Así, el modelo del padre
estricto asocia moralidad con prosperidad. La misma disciplina que se
necesita para ser moral es la que permite prosperar. El engarce entre ambas
es la búsqueda del propio interés.
La existencia de oportunidades y la disciplina en la búsqueda del propio interés te permitirán prosperar.Ahora bien, Dobson tiene muy clara la conexión entre la visión del mundo del padre estricto y el capitalismo de libre mercado. El engarce lo constituye la moral del propio interés, que es una versión de la concepción capitalista de Adam Smith. Adam Smith sostuvo que si cada uno persigue su propio beneficio, el beneficio de todos será maximizado por la mano invisible —es decir, por naturaleza— de manera natural. Cuando persigues tu propio beneficio, ayudas a todo el mundo.Esto enlaza con una metáfora general que identifica el bienestar con la riqueza. Por ejemplo, si yo te hago un favor, tú dices: «Te debo otro.» Hacerle algo bueno a alguien es, metafóricamente, como darle dinero. El te «debe» algo. Y dice: «¿Cómo podré pagarte?»Aplicando esta metáfora a la «ley de la naturaleza» de Adam Smith, si cada uno persigue su propio interés, entonces, a través de la mano invisible, por naturaleza, se maximizará el interés de todos. Es decir, es moral perseguir tu propio interés, y hay una expresión para definir a aquellos que no lo hacen. Esa expresión es «los que van de redentores por la vida» Una persona que va de redentora por la vida es alguien que está tratando de ayudar a los demás sin que nadie se lo pida, interfiriéndose en el camino de quienes persiguen su propio interés. Los redentores estropean el sistema.En este modelo hay también una definición de lo que significa llegar a ser una buena persona. Una buena persona —una persona moral— es alguien lo bastante disciplinado como para ser obediente, para aprender lo que es bueno, para hacer lo que está bien y no hacer lo que está mal, y alguien que persigue su propio interés para prosperar y llegar a ser autosuficiente. Un niño bueno se desarrolla para llegar a ser así. Un niño malo es el que no aprende a ser disciplinado, no funciona moralmente, no hace lo que está bien y, por tanto, no es lo bastante disciplinado para prosperar. No sabe cuidarse a sí mismo y así se hace dependiente.
Cuando los niños buenos se hacen mayores, o han aprendido disciplina y
pueden prosperar, o no la han aprendido. A partir de ese momento, el padre
estricto no se entrometerá más en sus vidas. Políticamente, esto se traduce
en que el gobierno tampoco se entrometerá.
Piensa lo que significa esto para los programas sociales. Es inmoral darle a la
gente cosas que no se han ganado, porque entonces no conseguirán ser
disciplinados y se convertirán en dependientes e inmorales. Esta teoría
sostiene que los programas sociales son inmorales porque hacen a la gente
dependiente. Es inmoral promover programas sociales. ¿Y qué implica esto
para los presupuestos? Bueno, si hay muchos progresistas en el Congreso
que piensan que debería haber programas sociales, y si se piensa que los
programas sociales son inmorales, ¿cómo se va a parar a toda esa gente
inmoral?
Es muy sencillo. Lo que hay que hacer es premiar a los buenos —aquellos
cuya prosperidad revela su disciplina y, por consiguiente, su capacidad
moral— premiarlos con un recorte de impuestos, pero un re
corte lo bastante
importante para que no quede dinero para programas sociales. Según esta
lógica, el déficit es una cosa buena. Como dice Grover Norquist, «mata de
hambre a la bestia».
Mientras los liberales y los conservadores en materia fiscal consideran malo el
déficit de Bush, los radicales del ala derecha partidarios de la moral del padre
estricto lo consideran bueno. En el Discurso sobre el estado de la Unión de
enero de 2004, el presidente dijo que pensaba que se podía rebajar el déficit a
la mitad suprimiendo el «gasto basura» —es decir, lo que se gasta en
«malos» programas sociales. ¿Están los conservadores en contra de todo lo
que puede hacer un gobierno? No; no están en contra del Ejército, no están
en contra de la defensa de la patria, ni del actual Ministerio de Justicia, ni de
los tribunales, ni de los Ministerios del Tesoro y de Comercio. Hay numerosos
aspectos del gobierno que les parecen muy bien. No están en contra de las
subvenciones a la industria. Las subvenciones a las corporaciones que
premian a los buenos —los inversores en esas corporaciones— son
estupendas. En eso no hay el menor problema.
Pero están en contra de las subvenciones para alimentos y en contra de la
protección social. Están en contra de los programas asistenciales. Eso es lo
que consideran malo. Y es lo que están tratando de suprimir utilizando
argumentos morales. Ésa es la razón por la que no son simplemente un
pequeño grupo de locos, codiciosos o ruines —o estúpidos—, como piensan
muchos liberales. Pero lo que da más miedo es que los conservadores se lo
crean. Creen que es moral. Y tienen seguidores por todo el país. La gente cree en la moral del padre estricto y que la aplica a la política creerá que ése es el buen camino para gobernar.
Piensa por un momento en lo que esto significa para la política exterior.
Imagina que tú eres una autoridad moral. En tanto que autoridad moral,
¿cómo actúas con tus hijos? ¿Les preguntas acaso lo que deberían y no
deberían hacer? No. Se lo dices tú. Los niños hacen lo que les dice su padre.
Sin rechistar. La comunicación se produce en una sola dirección. Y lo mismo
ocurre con la Casa Blanca. Es decir, el presidente no pregunta; el presidente
dice. Si uno es una autoridad moral, sabe lo que es bueno, tiene el poder y lo
ejerce. Si tú renunciaras a tu autoridad moral, serías inmoral.
. Eso es lo que consideran malo. Y es lo que están tratando de suprimir utilizando
argumentos morales. Ésa es la razón por la que no son simplemente un
pequeño grupo de locos, codiciosos o ruines —o estúpidos—, como piensan
muchos liberales. Pero lo que da más miedo es que los conservadores se lo
crean. Creen que es moral. Y tienen seguidores por todo el país. La gente que
cree en la moral del padre estricto y que la aplica a la política creerá que ése
es el buen camino para gobernar.
Piensa por un momento en lo que esto significa para la política exterior.
Imagina que tú eres una autoridad moral. En tanto que autoridad moral,
¿cómo actúas con tus hijos? ¿Les preguntas acaso lo que deberían y no
deberían hacer? No. Se lo dices tú. Los niños hacen lo que les dice su padre.
Sin rechistar. La comunicación se produce en una sola dirección. Y lo mismo
ocurre con la Casa Blanca. Es decir, el presidente no pregunta; el presidente
dice. Si uno es una autoridad moral, sabe lo que es bueno, tiene el poder y lo
ejerce. Si tú renunciaras a tu autoridad moral, serías inmoral.
Si esto lo proyectamos a la política exterior, significa que no se puede
renunciar a la soberanía. Los Estados Unidos, que son el país mejor y más
poderoso del mundo —una autoridad moral—, saben lo que hay que hacer.
No tenemos que preguntarle a nadie más.
Esta creencia va asociada a un conjunto de metáforas que han regido la
política exterior durante largo tiempo.